Hacia los cañones del Ebro
Camino de Rebolledo de la Torre, una tranquila y pequeña localidad burgalesa situada 22 kilómetros al sur de Aguilar de Campoo (Palencia), hay que remontar un pequeño puerto.
Un consejo: aprovechar para devolver llamadas perdidas y echarle un vistazo al buzón de mensajes del móvil. Es uno de los escasos puntos de la comarca en los que se puede encontrar algo de cobertura.
Al llegar al pueblo, el teleclub despierta la curiosidad. Y es que, iguales a éste, deben quedar poquísimos en España. Félix, atiende la barra –“casi todas las mujeres del pueblo, si exceptuamos a Ovidia, que tiene ya 92 años, pasan aquí la tarde jugando a la brisca”-. Dos vecinos que en ese momento ocupan una mesa, se levantan y salen –“van a misa. El cura viene a la una y media”-.
Coronando un caserío de adobe y piedra, la iglesia y los restos de lo que fue castillo –quizás no por casualidad, el campanario y la arruinada torre de Homenaje se alzan a la misma altura-. El pórtico románico del templo es sugerente…y también la curiosa colección de aperos de labranza herrumbrosos y anticuados allí abandonados por los vecinos.
Para comer algo hay que ir hasta Basconcillos del Tozo. Un cruce de caminos, el lugar merece una parada para reponer fuerzas, ver el pórtico románico de la iglesia…y asombrarse de la magistral obra de ingeniería ofrecida por una cigüeña, capaz de construir su pasado sobre un inutilizado poste de luz.
Del páramo a las riberas
Camino adelante, el río Rodrón surge a la izquierda, entre huertos y bosque de ribera que se hunden en las loras, rasgadas e impresionantes moles de roca caliza bellas en su inhóspita aridez. Apenas un delgado manto de hierbas aromáticas cubre la desnudez del suelo –tomillo, romero, argoma, espliego, brezo…-. En una horadada, el pueblo de Valdeajos se arremolina en torno a su iglesia.
De súbito, la carretera se encajona entre potentes paredones de roca y el entorno se puebla de robles, hayas, arces, acebos, tejos…Arriba, pináculos, ventanas abiertas a los cuatro vientos en la roca, grutas… El río Moradillo, aprendiz y afluente del Rodrón, guía al viajero hasta Sedano, un diminuto caserío, de sillar bien cortado, solana, muro grueso, blasón…
Una pista asfaltada conduce hasta la iglesia románica de San Esteban…una auténtica joya. Luego, ya convertido en sendero, se puede continuar hasta del dolmen de Las Arnillas, con más de 5.000 años de antigüedad y perteneciente al llamado conjunto dolménico de Las Loras -uno de los más importantes de Europa en su género-.
Hacia los cañones del Ebro
Deshaciendo el camino andado, y entre pescadores de caña y trucha, el Radrón une sus aguas a las del Ebro y llega a Escalada, pueblo agazapado y semioculto en el fondo del cañón. Entre edificios medievales de sillería caliza y puertas reforzadas con arcos semialmohadillados de medio punto, Lola, una artesana del cuero que vende los bolsos que ella misma hace, tiene su taller. Aconseja al viajero continuar hasta Orbaneja del Castillo, ya en pleno cañón del Ebro. Lo hace…y le merece la pena. Casas de clara influencia montañesa, con elegantes solanas de madera, se abren a las viejas y escalonadas rúas del caserío. Recorrer estas calles es evocar la Historia. Aquí convivieron, durante siglos cristianos, moriscos y judíos. Estos últimos habitaron una célebre aljama… de la que ya sólo queda la memoria del nombre de alguna calle…además de la nostalgia que se cuela por sus apiñadas callejas.
Deja una respuesta